Page 135 - Estrategias y Responsabilidad en un Mundo Interconectado
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a los países en riesgo de mayores posibilidades de conflicto civil. Sí una parte significativa de

        toda una generación pierde sus medios de vida y sus redes de seguridad social, los costos

        sociales serán insostenibles y se produciría inestabilidad económica después de que estallen

        las tensiones sociales.

              Sin embargo, existen argumentos anti-IBU que han sido escuchados en el debate público,

        y ha generado  críticas constructivas.  Los detractores del  IBU centran  sus críticas en  “los

        incentivos al trabajo y en la factibilidad financiera de su implementación”, acorde a Marín

        (2018). Este mismo autor cita a Edmund Phelps, premio Nobel de Economía en 2006, que

        en 2001 afirmó que “el ingreso básico universal genera incentivos perversos al empleo y a

        la participación social”, y afirma que “financiar un IBU con altas tasas impositivas generaría

        efectos negativos sobre la riqueza neta en la economía, al reducirse los incentivos a trabajar,

        reducir el ingreso disponible promedio y reducir las tasas de ahorro individuales”.

              De acuerdo con Francese y Prady (2018), los detractores al programa mencionan que

        “dado que todas las familias reciben la prestación, incluidas las familias de ingresos medianos

        y altos que no necesitan apoyo” aumentarían los costos fiscales a niveles importantes,

        y puede socavar la ética del trabajo. Adicionalmente, la razón principal de la existencia de

        un IBU es sustituir los programas sociales para dar paso al mismo, por lo que argumentan

        que “al eliminar los programas sociales existentes para dar paso al IBU, algunos individuos

        son ganadores netos con un ingreso básico, mientras que otros (generalmente aquellos que

        reciben grandes beneficios sociales focalizados) son perdedores netos, ya que el IBU es menor

        a lo que previamente recibían”, como menciona Marín (2018), que es un contraargumento

        directo a Cantú, que reflexiona que la sustitución de programas sociales por un IBU es una

        ventaja. Curiosamente, Cantú (2016) reflexiona con un argumento parecido al de Francese y

        Prady: La crítica más significativa al IBU es su viabilidad económica debido a los costos que

        puede imponer al sistema fiscal.

              Acemoglu (2019), profesor de Economía del Massachusetts Institute of Technology (MIT),

        se ha posicionado en contra de la idea. Él menciona que sacrificar todos los demás programas

        sociales en aras de un IBU es una idea terrible, ya que estos programas existen para abordar

        problemas específicos, como “la vulnerabilidad de los ancianos, los niños y los discapacitados”.

              Sage y Diamond (2017) consideran que el IBU no ofrece ninguna dirección o plataforma



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