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Vida Saludable y Promoción del Bienestar
CONCLUSIONES
Los datos epidemiológicos al revisar los datos de las ENT se encontraron varias inconsistencias. Al
contabilizar los casos incidentes de DM2 e hipertensión hubo menos casos entre 2013 y 2016 aunque
retornaron a sus niveles anteriores de incremento a partir de 2017. Esto no se relacionó con disminución de la
mortalidad de ambas ni con las de otras ENT como las del hígado y la enfermedad renal crónica. Esta menor
incidencia de hipertensión fue incoherente con los reportes del GBD para el mismo periodo, pues el 2015
el mayor factor de riesgo para ENT fue precisamente tensión arterial alta. Las menores cifras de incidencia
para hipertensión y DM2 podrían haber sido los efectos inmediatos de la aplicación de las estrategias del
PROSESA 2013-2018 que no se mantuvieron, o un artefacto, una menor capacidad de atención.
En general la prevalencia de la hipertensión arterial en los adultos mayores de 20 años, quienes tenían
diagnóstico previo de la hipertensión al momento de la entrevista, había sido 30 ± 2 %, de acuerdo con las
ENSANUD 2000, 2006 y 2012. En la de Medio Camino realizada en 2016, hubo disminución importante
de la prevalencia a 25.5 %. Sin embargo, si se hubieran aplicado los nuevos criterios de 2017 de la American
College of Cardiology/American Heart Association, que fueron ampliamente debatidos, la hipertensión
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arterial habría aumentado a 60% en la población mayor de 20 años (Rosas y Borrayo, 2018). Los datos acerca
de incidencia de hipertensión y DM2 parecían mejorar en algunos reportes de 2016 (OMEMT, 2018),
pero no los de obesidad. Ese año en México se estimó que 72.5% de los adultos y el 33.2% de los niños
entre 5 y 11 años tenían sobrepeso y obesidad combinados. Así, en noviembre de ese año se emitió la alerta
epidemiológica para obesidad y DM2. La alerta se pondría en marcha mediante varias acciones: La FID
afirmó que en 2015 el 12% del gasto global en salud se destinaba a DM2. En 2015 México no se encontraba
en los primeros diez países en gasto en referencia a esta enfermedad. Las extrapolaciones lo colocaron en el
octavo sitio para 2040, con un gasto de 19 mil millones de dólares (FID, p. 59), lo que supone que varios
países lograrán mayores logros en el uso del tratamiento farmacológico y no farmacológico. El tratamiento
farmacológico estandarizado para DM2 se basa en metformina y glibenclamida. Ambos son medicamentos
seguros y eficaces a corto plazo. Pero hay consenso de que se debería disponer de otros medicamentos como
los análogos de GLP-1 (inyectables que no son insulina) e inhibidores de DPP4 (FID, p. 27). La mayor
variedad de medicamentos y su uso combinado desde el inicio del tratamiento de los pacientes con DM2
permite la mejora de los parámetros de seguimiento. En México no ha sido habitual que esto sea posible
sobre todo por el desmantelamiento de los servicios de salud por lo que la mayor parte de los pacientes sólo
usan metformina como manejo inicial.