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162 por cada 100 mil habitantes. Ahora bien, los estados que encabezan la lista son Baja

              california con 363, seguido de la Ciudad de México con 351 por cada 100 mil habitantes. Por

              el contrario, Tlaxcala, entidad con la menor cantidad de población reclusa, también tiene la

              tasa más baja; 54 personas reclusas por cada 100 mil habitantes (INEGI, 2021b).

                   Cabe señalar que el ingreso a la cárcel puede ser visto como una pérdida y un reajuste

              a un entorno que requiere un esfuerzo continuo de adaptación, con implicaciones afectivas,

              emocionales, cognitivas y perceptivas. El encarcelamiento es, entonces, uno de los hechos

              más dolorosos por los que puede pasar una persona, ya que es una experiencia que puede

              verse agravada por características específicas del ambiente penitenciario (Romero-Lara et

              al., 2020).

                   También se debe mencionar que, dada la falta de un marco social normativo, así como

              las numerosas normas y limitaciones que deben observarse en el día a día en la cárcel, es

              vital explorar técnicas para enfrentar el estrés en el ambiente penitenciario. Debido a que las

              personas privadas de su libertad aceptan reglas, prácticas y hábitos de comportamiento típicos

              de la cultura carcelaria para convertirse en parte de la institución, pierden su singularidad,

              lo cual tiene como consecuencia pérdida de la propia individualidad, intimidad, autoestima,

              falta de control sobre su propia vida y ausencia de expectativas (Echeverri-Vera, 2010).

                   En consecuencia, el afrontamiento es importante para  el manejo de situaciones  que

              pueden generar estrés en el individuo, con lo cual se busca tolerar, minimizar, aceptar o

              ignorar aquello que excede sus capacidades, ya sea resignificando el estímulo, o a través de

              acciones, pensamientos, afectos y emociones que el individuo emplea cuando se enfrenta a la

              situación abrumadora. Como resultado, el afrontamiento es uno de los recursos psicológicos

              o psicosociales que emplea un individuo para hacer frente a eventos estresantes (Macías et

              al., 2013).

                   De modo general, el afrontamiento es un proceso de esfuerzos dirigidos a manejar del

              mejor modo posible  (reduciendo,  minimizando,  tolerando o controlando) las demandas

              internas y ambientales. De manera que, el afrontamiento quedaría definido como “aquellos

              procesos  cognitivos  y  conductuales  constantemente  cambiantes  que  se  desarrollan para

              manejar las demandas específicas internas y externas que son evaluadas como excedentes o







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