Page 121 - Un Enfoque Multidisciplinario en Ciencia y Sociedad
P. 121

Marco teórico


            El desarrollo turístico contemporáneo exige un abordaje integral que considere la complejidad

         de sus interacciones. Molina (1986) y Godfrey y Clarke (2000) establecieron las bases del
         enfoque sistémico aplicado al turismo, demostrando cómo las variables económicas, sociales

         y ambientales se interrelacionan en dinámicas circulares más que lineales. Este paradigma
         permite comprender que las acciones en un componente (ej. infraestructura) generan impactos

         en otros (ej. experiencia turística), requiriendo por tanto mecanismos de planeación sofisticados.


            En este contexto, Osorio García (2006) propone una valiosa distinción entre modelos
         estratégicos e interactivos de planeación turística. Los primeros enfatizan la definición de
         objetivos jerárquicos y análisis de entornos competitivos, mientras los segundos incorporan

         elementos como la participación comunitaria y adaptabilidad a cambios (p. 309). Esta dualidad

         encuentra complemento en el enfoque jerárquico de Barros (s.f.), quien argumenta que el
         diseño turístico debe iniciar en el nivel estratégico (modelo de negocio) para luego descender
         progresivamente a lo operativo (p. 224), creando así coherencia vertical en la organización.


            La aplicación de estos modelos adquiere especial relevancia en territorios con historial

         de conflictos. La investigación de Villamizar Barahona (2017) en Urabá-Darién revela cómo el
         turismo comunitario puede convertirse en herramienta de reconstrucción social cuando: a)

         se prioriza la distribución equitativa de beneficios, b) se fomenta la gobernanza colaborativa
         entre sectores, y c) se preserva la autenticidad cultural. Estos hallazgos coinciden con la

         conceptualización de Izaguirre (2014) sobre la experiencia turística como "mezcla de elementos
         tangibles e intangibles" (p. 8), sugiriendo que el éxito depende tanto de infraestructura como

         de capital social.


            Para  las  MiPymes  turísticas,  traducir  estos  conceptos  a  la  práctica  exige  desarrollar
         capacidades competitivas. Ferraz et al. (1997) definen la competitividad como un constructo
         multidimensional donde convergen: 1) factores endógenos (eficiencia operativa, habilidades del

         recurso humano), y 2) exógenos (políticas sectoriales, acceso a mercados). Esta perspectiva es

         reforzada por Domínguez Rubio (2006), quien advierte que las empresas turísticas requieren
         proyectos de racionalización integral (p. 6), superando la frecuente fragmentación entre áreas
         funcionales que limita su efectividad (p. 86).


            La gestión de calidad emerge como eje articulador de esta competitividad. Villegas (2014)

         y Zipa (2015) establecen que superar expectativas de clientes demanda: (1) sistemas de
         medición continua, (2) alineación interdepartamental, y (3) empoderamiento del personal de

         primera línea. Estos principios se operacionalizan mediante la evaluación del desempeño por
         competencias (Toro et al., 2016), metodología que permite vincular indicadores individuales con




                                                                                                                121
   116   117   118   119   120   121   122   123   124   125   126